sábado, 3 de enero de 2009

OMILIA DE MONSEÑOR ROUCCO VARELA EL DÍA DE LA CONCENTRCIÓN DE LAS FAMILIAS EN MADRID

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

De nuevo, este año, hemos venido a celebrar la Fiesta de la Sagrada Familia, la Familia de Jesús, María y José, a la madrileña Plaza de Colón, unidos a todas las familias cristianas de España en comunión de fe, esperanza y amor. Se ha iniciado nuestra celebración escuchando y acogiendo con afecto y gratitud filial las luminosas y estimulantes palabras que nuestro Santo Padre ha querido dirigirnos una vez más desde la Plaza de San Pedro en el marco del rezo dominical del Ángelus. El Papa, extraordinariamente sensible a las necesidades humanas y espirituales de la familia en estos momentos tan críticos por los que atraviesa la humanidad, ha querido alentarnos a todos los presentes, pero de un modo muy especial a las familias que formáis esta magna Asamblea eucarística, a ser testigos valientes e incansables del Evangelio de la Familia, con obras y palabras, en la Iglesia y en el mundo, porque del bien integral de la familia depende la suerte de toda la familia humana. En el corazón de este Evangelio se encuentra una verdad fundamental: la familia es gracia de Dios. Y un modelo para vivirla: la Sagrada Familia de Nazareth. Gracia de Dios quiere decir: la familia es fruto del amor creador y redentor de Dios. Y, el modelo de Nazareth, la posibilidad de vivir la familia en la integridad y belleza de su ser como comunidad indisoluble de amor y de vida, fundada en la donación esponsal del varón a la mujer y de la mujer al varón y, por ello, esencialmente abierta al don de la vida: a los hijos.
Esta verdad y este modelo de la familia, comprendida en toda su belleza, natural y sobrenatural, que ilumina la fe cristiana esplendorosamente, es lo que queremos vivir y celebrar hoy en esta Eucaristía, ¡el Sacramento del Amor de los Amores!, con el gozo de saberse hijos de Dios, destinados a vivir la existencia por los caminos del mundo y de la historia como una vocación para el amor. Esta verdad y este modelo de la verdadera familia, cuya actualidad no pasa nunca, es lo que queremos anunciar y presentar de nuevo hoy al mundo con nuestra celebración eucarística en la Plaza de Colón, no olvidando lo que tantas veces Juan Pablo II recordaba como “la regla de oro” de toda evangelización, la última vez, en aquella memorable Vigilia mariana de “Cuatro Vientos” con los jóvenes de España, el 3 de mayo del 2003, víspera de la canonización de cinco santos españoles del siglo XX, en esta misma plaza: “Testimoniad con vuestra vida –les decía– que las ideas no se imponen, sino que se proponen”. El Concilio Vaticano II había enseñado ya antes, en 1965, que “la verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a la vez, en las almas”.
Estamos convencidos, por la gracia de Dios –la gracia que a todos se ofrece y que a nadie rechaza, a no ser que ella misma sea rechazada– de que no sólo es posible concebir, ordenar y vivir el matrimonio y la familia de forma muy distinta a la que en tantos ambientes de nuestra sociedad está de moda y que dispone de tantos medios y oportunidades mediáticas, educativas y culturales para su difusión, sino que, además, es la que responde a las exigencias más hondas y auténticas de amor y de felicidad que anidan en el corazón del hombre. ¡El futuro de la humanidad pasa por la familia!, insistía Juan Pablo II. La familia “es la principal agencia de paz”, afirmaba Benedicto XVI.
Es, por ello, una gran alegría poder saludaros a tantas familias venidas de todos los rincones de España, junto a las familias madrileñas, en nombre de los Sres. Cardenales, Arzobispos y Obispos, que concelebran conmigo en esta solemnísima Eucaristía de la Fiesta de la Sagrada Familia, y, también, en nombre de los numerosísimos sacerdotes concelebrantes, venidos no sólo de Madrid, sino de muchas otras Diócesis de España. ¡Os saludo, queridas familias, con aquel afecto pastoral que renace en cada Navidad al calor del Niño Jesús recién nacido en la cuna de Belén, muy cerca de María y de José, y os agradezco vuestra respuesta a la invitación para celebrar “eucarísticamente” el día de la Sagrada Familia en este lugar, vinculado por tantos y tan memorables acontecimientos a la más reciente historia de la Iglesia en España ¡Respuesta sacrificada y generosa!
El saludo se dirige, en primer lugar, con respeto y emoción agradecida a los abuelos, protagonistas callados pero decisivos hoy y tantas veces de la educación cristiana de sus nietos: los niños y los jóvenes en los que se cifra el inmediato futuro de la sociedad y de la Iglesia. Nuestro saludo se vuelve también cercano, afectísimo y animoso a los matrimonios, a los padres y madres de familia que llenáis con vuestros hijos la Plaza de Colón en este día tan señalado para las familias cristianas de España. ¡Estamos a vuestro lado con nuestra oración y nuestros desvelos de Pastores de la Iglesia en esta coyuntura histórica, excepcional por tantos motivos, en la que vuestros esfuerzos por hacer de vuestras familias santuarios de la vida, hogares del amor y testimonios de esperanza para los hombres y la sociedad de nuestro tiempo, resulta una tarea tan difícil como hermosa! Saludamos también con mucho afecto a los numerosos jóvenes que participan en la celebración con la alegría y el compromiso cristiano que hoy de nuevo han puesto a prueba con su desprendida y pronta colaboración para el mejor desarrollo de esta celebración; haced vuestro hoy, renovados en el amor a Jesús, José y María, el comportamiento en vuestras casas al que os exhorta la Palabra de Dios: “el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha” (Eclo 3, 2-6). Y, finalmente, nuestro más entrañable saludo va dirigido a los numerosos niños que tomáis parte, sin duda muchos por primera vez, en esta Fiesta de la Familia cristiana en la Plaza de Colón, rodeando el Altar de la Eucaristía. ¡Vosotros sois los preferidos del Señor! Jesús se lo decía y lo continúa diciendo en primer lugar a los mayores, pero también hablándoos a vosotros, queridos niños. Decía Jesús: “Dejad que los niños vengan a mí porque de ellos es el reino de los Cielos”. Los niños necesitan de sus padres. Necesitan del amor de un padre y de una madre para poder ser engendrados, traídos al mundo, criados y educados conforme a la dignidad que les es propia desde el momento en el que son concebidos en el vientre materno: la dignidad de personas, llamadas a ser hijos de Dios. ¡De todos ellos, desde ese primer instante de su existencia, es el Reino de los Cielos! No podemos, ni queremos olvidarlos en esta celebración solemnísima de la Sagrada Familia. Estremece el hecho y el número de los que son sacrificados por la sobrecogedora crueldad del aborto, una de las lacras más terribles de nuestro tiempo tan orgulloso de sí mismo y de su progreso. Ellos son los nuevos “Santos Inocentes” de la época contemporánea. Por otro lado, el Santo Padre en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero del 2009, “Compartir la pobreza, Construir la paz”, llama la atención de la comunidad internacional sobre el dramatismo de los datos que se refieren a la pobreza de los niños y de cómo es a ellos a quienes golpean en primer lugar las situaciones de pobreza de sus familias: “Cuando la pobreza afecta a una familia –nos dice el Papa–, los niños son las víctimas más vulnerables: casi la mitad de quienes viven en pobreza absoluta son niños”.
Queridas familias: si quisiéramos cifrar la verdad del Evangelio de la Familia en un aspecto central que la inspira e ilumina en su totalidad, habríamos de afirmar: la función esencial de la familia es ejercer de cauce primordial para que el hombre descubra que su vocación, la que constituye la razón de ser de su existencia, es el amor: ¡participación en el amor verdadero, en el tiempo y en la eternidad!; por lo tanto ¡la participación en el amor que viene de Dios y a Dios lleva! “El hombre no puede vivir sin amor”, enseñaba Juan Pablo II en su primera Encíclica “Redemptor Hominis” (n. 10). Y añadía: el hombre “permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente”. Benedicto XVI, por su parte, también en su primera Encíclica “Deus caritas est” (n. 28, b), recordaba que “quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto tal”. Cuando el varón y la mujer se entregan mutuamente para toda la vida en el verdadero matrimonio, se aman. Cuando no impiden que de la donación mutua de sus personas –de sus cuerpos y de sus almas– brote una vida nueva, la de sus hijos, pro-creados con Dios, están amando profundamente. Cuando los crían y educan con sacrificios sin cuento, siguen ejerciendo el amor bajo el signo de la Cruz gloriosa de Jesucristo. Y, los hijos… los hijos aprenden a amar experimentando cómo son amados gratuitamente, por sí mismos, y correspondiendo, de su parte, al amor de sus padres con su propio amor, desprendido y entregado sin reservas en la obediencia filial y en la compañía y sostén que deben prestarles durante todos sus días.
Muchas son en las actuales circunstancias, queridas familias, las dificultades de toda índole –económicas, sociales, jurídicas y culturales, morales y espirituales– que se interponen en el camino de la plena realización de vuestra vocación de esposos y de padres cristianos. ¿Cómo afrontarlas? ¡Mirando y siguiendo al modelo de la Sagrada Familia de Nazareth, siempre luminoso y siempre actual!
¿Cómo se enfrenta María con aquella situación, humanamente vista, insoluble, que resultaba de concebir al Hijo del Altísimo sin haber conocido varón? El repudio era la respuesta de la ley de su Pueblo. Y ¿cómo lo hace José, su esposo, ante la constatación de la evidencia del embarazo de su joven esposa antes de que viviesen juntos? María se confía totalmente a la voluntad de Dios. Se fía sin reserva alguna de las palabras del Ángel Gabriel que le asegura la plenitud de la gracia del Señor. “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”, es su respuesta. José, “que era bueno”, resuelve no denunciarla y repudiarla en secreto; pero cambia inmediatamente de opinión ante lo que le revela el Ángel, y la lleva a su casa, aceptando una paternidad, también desde el punto de vista humano, heroica. José obedece igualmente sin vacilar a la voluntad de Dios.
Ese sí confiado y entregado de ambos esposos a lo que quiere de ellos el Señor y a su gracia amorosa es su común respuesta: la que mantendrán firme y fielmente durante toda la vida, pese a que pronto se les iba a desvelar cuál sería el camino y el destino de aquel hijo intensa y piadosamente amado como no lo había sido nunca ningún hijo de los hombres ni lo sería después. Simeón, el anciano justo y piadoso que esperaba ver al Mesías antes de su muerte, al encontrarse con ellos en la entrada del Templo, adonde los padres del Niño Jesús le traían para ofrecérselo al Señor según la ley de Moisés, se lo predice con una escalofriante exactitud, dirigiéndose expresamente a María: “Mira éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y, a ti, una espada te traspasará el alma” (Lc 2,34-35). En definitiva, el amor a Dios y a aquel Hijo divino, que se les había confiado a pesar de su pequeñez y debilidad –¡amor de una ternura inigualable!- y la conciencia clara de que ese amor implicaba el estar dispuestos, sin ahorrar sacrificio alguno, a servirle en su obra salvadora de amor infinitamente misericordioso para con el hombre pecador, amenazado de ruina inminente, de muerte temporal y eterna, es lo que les inspira, impulsa y sostiene en la respuesta. ¡Una respuesta, finalmente victoriosa! ¡Una respuesta que vence al mundo!
¡Ése es el modelo, queridos padres y madres de familia cristiana! ¿Queréis ser fieles a vuestra vocación? Imitad a María y a José. Confiaros a su amorosa intercesión. Es cierto que vivir vuestro matrimonio como os lo pide la voluntad de Dios, Creador y Redentor del hombre, fundar, mantener y cuidar a vuestra familia según la ley de Dios, antigua y nueva, confiados en su gracia, supone hoy un reto formidable. La cultura del relativismo egoísta, del interés y de la competencia de todos contra todos, y la cultura de la muerte son muy poderosas. El lenguaje de la creación es claro e inequívoco respecto al matrimonio: un varón y una mujer, el esposo y la esposa que se aman para siempre y ¡dan la vida! “Es necesario que haya algo como una ecología del hombre, entendida en el sentido justo”, nos enseñaba el Papa hace pocos días en su discurso de Navidad a la Curia Romana y refiriéndose al valor insustituible de la ley natural como garantía del bien de la persona humana y de la familia. El lenguaje de la Palabra, hecha carne en el seno de la Virgen María, Palabra redentora que sana, eleva y santifica la creación, es de una claridad insuperable. ¡El amor de Dios ha triunfado para siempre por la Cruz y la Resurrección de Cristo! Es posible, más aún, es bello vivir el matrimonio y la familia como la Sagrada Familia de Nazareth. Es posible y es necesario dar testimonio ante el mundo de la alegría honda y duradera que trae la familia cristiana. Es posible y urgente vencer la cultura de la muerte con la cultura de la vida. Se puede y urge vencer la cultura de la dura y egoísta competencia, ¡de la egolatría!, con la cultura del amor verdadero. La familia cristiana puede y podrá asegurarse la victoria anunciando la verdad del Evangelio de la Familia con obras y palabras según el modelo de la Sagrada Familia de Nazareth, celebrando su Misterio en la Eucaristía y orando unida en comunión con la Iglesia, la nueva Familia de los Hijos de Dios. ¡No hay duda! ¡el futuro de la humanidad pasa por la familia, la familia cristiana!
A Jesús, María y José se la encomendamos fervientemente en esta piadosa y emocionante celebración eucarística con toda la fuerza y el amor de nuestra plegaria.
¡Dales tú, Señor, a estas familias, congregadas en tu nombre para celebrar el Sacrificio de tu Amor públicamente en esta plaza madrileña y universal de Colón, y a todas las familias de España, vivir la gracia de Dios que es su matrimonio y su familia con el gozo y la esperanza de ser testigos de tu alegría!

"Proyecto Raquel"

Los defensores del supuesto derecho al aborto han difundido, con mayor o menor éxito, la imagen de la Iglesia Católica como enemiga del proceso de liberación de la mujer. Sin embargo, la Iglesia no sólo quiere proteger la vida de los no nacidos; también quiere ofrecer el perdón y la sanación a todas las personas que arrastran el sufrimiento de haber abortado, sea voluntariamente o bajo presión, con conocimiento o desde la ignorancia.

Aborto: ¿liberación o autodestrucción?

Ya han pasado más de veinte años desde que el aborto fuese despenalizado en España, allá por el año 1985. Uno de los mayores tabúes de nuestros días es la pregunta sobre qué ha pasado con el millón de mujeres que han abortado desde entonces en España: ¿Supuso el aborto una liberación para ellas, o por el contrario, ha generado un trauma del que no consiguen liberarse? ¿El aborto fue solución u originó un problema mayor?
Ni qué decir tiene que las administraciones públicas no han realizado estudio alguno al respecto, y se han limitado a silenciar y a esquivar la cuestión… Sin embargo, recientemente hemos conocido algunos datos hechos públicos por la doctora Carmen Gómez-Lavín, médico psiquiatra, que es la investigadora española que más se ha ocupado del llamado “síndrome post aborto”: El 40% de las mujeres que han recurrido al aborto, ha pensado en suicidarse. La incidencia del suicidio que se da entre ellas es entre seis y siete veces mayor que la de las mujeres que dan a luz. El 80% sufre síntomas depresivos. El 40% sufren trastornos de la sexualidad. El 60%, alteraciones de la conducta y el 70%, irritabilidad…
Paradójicamente, más del 90% de los 112.138 abortos practicados en España el año pasado, se acogieron al supuesto de riesgo para la salud psicológica de la madre. Sin embargo, la evidencia científica demuestra que el someterse a un aborto, lejos de mejorar la salud psíquica de la mujer, ocasiona en la mayoría de ellas graves trastornos psíquicos.

“Proyecto Raquel” en Palencia

Con datos contrastados podemos afirmar que, si cierto es que el niño concebido es la primera víctima del aborto, la madre es la segunda víctima. En efecto, el aborto no sólo es un homicidio, sino que también es una especie de “suicidio” moral, que hiere el alma de todos los que están involucrados en él. Por ello, consideramos necesaria la puesta en marcha en nuestra Diócesis, del llamado “Proyecto Raquel”, especializado en el acompañamiento a las mujeres que decidieron abortar y ahora sufren ante la necesidad de sanación de un dolor autodestructivo, del que no son capaces de liberarse y para el que no encuentran redención. Nuestro Centro de Orientación Familiar, recientemente abierto en Palencia, será quien lleve adelante este programa nacido en EEUU, ofreciendo la ayuda psicológica y espiritual, además de la psiquiátrica, si fuera necesario.
El nombre de este proyecto está tomado de un pasaje de la Biblia, del profeta Jeremías: “Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven. Dice el Señor: Deja ya tus lamentos de tristeza, enjuga las lágrimas de tus ojos. El dolor que has sembrado tendrá su recompensa (…) Hay esperanza en tu futuro, dice el Señor” (Jeremías 31, 15-17).

Reconciliarse con la vida

El feminismo radical ha hecho creer a muchos que la promoción de la mujer pasa por la liberación de ésta, de su excesiva vinculación a su maternidad. Desde este presupuesto, no es de extrañar que el derecho a la vida del “nasciturus” y la reivindicación por la realización de la mujer, se hayan presentado en conflicto: “¡Este embarazo me trunca la vida!”.
La realidad es bien distinta: la madre no necesita menos a su hijo, de lo que el hijo necesita a su madre. El drama del aborto alcanza su culmen cuando la madre -que de ordinario, suele tener una sensibilidad muy superior a la del padre- llega a percatarse de que su felicidad “murió” junto con su hijo.
El “Proyecto Raquel” es una apuesta por la posibilidad de sanación de nuestras heridas… Para llegar a perdonarnos a nosotros mismos por los errores cometidos, es necesario primero pedir perdón a Dios, autor de la vida; y, ¡también! pedir perdón a ese hijo a quien agredimos injustamente, y que desde el seno de Dios, intercede por la conversión y sanación de sus padres. Es una cuestión crucial. Se trata de reconciliarse con la “vida”, desde la experiencia que supone afrontar lo que pasó, pero desde la oportunidad de experimentar la misericordia infinita de Dios, y poder ser artífices de un nuevo modo de mirar la vida. El siervo de Dios, Juan Pablo II, lo expresó maravillosamente en su encíclica Evangelium Vitae (nº 99):
“Una reflexión especial quisiera tener para vosotras, mujeres que habéis recurrido al aborto. La Iglesia sabe cuántos condicionamientos pueden haber influido en vuestra decisión, y no duda de que en muchos casos se ha tratado de una decisión dolorosa e incluso dramática. Probablemente la herida aún no ha cicatrizado en vuestro interior. Es verdad que lo sucedido fue y sigue siendo profundamente injusto. Sin embargo, no os dejéis vencer por el desánimo y no abandonéis la esperanza. Antes bien, comprended lo ocurrido e interpretadlo en su verdad. Si aún no lo habéis hecho, abríos con humildad y confianza al arrepentimiento: el Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la Reconciliación. Os daréis cuenta de que nada está perdido y podréis pedir perdón también a vuestro hijo que ahora vive en el Señor. Ayudadas por el consejo y la cercanía de personas amigas y competentes, podréis estar con vuestro doloroso testimonio entre los defensores más elocuentes del derecho de todos a la vida”.

Monseñor Jose Ignacio Munilla
Obispo de Palencia
para "Iglesia"

Dejemos a Dios en el banquillo

En artículos anteriores, hemos tenido ocasión de comentar diversos aspectos del discurso que Benedicto XVI dirigió a los jóvenes en la ceremonia de acogida de las Jornadas Mundiales de la Juventud de Sidney. En aquel incomparable escenario, el Papa nos ofrecía una batería de reflexiones de alto calado, con intención de suscitar en nosotros una capacidad crítica frente al reto de secularización y laicismo ante el que nos encontramos. Comento unas palabras de aquel discurso:
“La tarea del testigo no es fácil. Hoy muchos sostienen que a Dios se le debe “dejar en el banquillo”, y que la religión y la fe, aunque convenientes para los individuos, han de ser excluidas de la vida pública, o consideradas sólo para obtener limitados objetivos pragmáticos. Esta visión secularizada intenta explicar la vida humana y plasmar la sociedad con pocas o ninguna referencia al Creador”.
He aquí uno de los “dogmas” principales de nuestra actual cultura secularizada: las creencias religiosas pertenecen a la esfera de la vida privada, de forma que todo ciudadano tiene que dejar “aparcada” su religión cuando se trata de participar en la vida pública. Lo propio del Estado sería aquello que es público y común a todos los ciudadanos, y dado que las opciones religiosas son particulares y privadas, no tendrían lugar fuera del ámbito de la propia conciencia, del seno de la familia, o del recinto eclesial. Dicho con el símil futbolístico utilizado por el Papa en el citado encuentro juvenil: cuando el partido lo jugamos fuera de casa, a Dios habría que dejarle “en el banquillo”.
El primer error de planteamiento es evidente: El hecho de que un Estado sea laico o aconfesional, no implica que la sociedad y los individuos que lo conforman, deban serlo igualmente. Un cristiano es lo que es, y no puede transformarse en “aconfesional” cuando se hace presente en la vida pública. Cada uno contribuimos al bien común desde nuestras convicciones personales. No puede ser de otra manera.
Benedicto XVI rebatió con firmeza esa teoría tan difundida, según la cual para tomar parte en la vida social, habría que hacerlo desde posiciones neutras o imparciales; es decir, laicas o aconfesionales. El Papa desenmascara así el engaño del laicismo:
“Se presenta como una fuerza neutral, imparcial y respetuosa de cada uno. En realidad, como toda ideología, el laicismo impone una visión global. (…) La experiencia enseña que el alejamiento del designio de Dios creador provoca un desorden que tiene repercusiones inevitables sobre el resto de la creación. Cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer el orden natural, la finalidad y el «bien», empieza a disiparse”.
Es decir, la visión excluyente de Dios que en la vida pública deja la fe en el banquillo, es tan “dogmática” como la visión cristiana. Nadie construye la sociedad sin estar inspirado en unos determinados valores. Así lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Toda institución se inspira, al menos implícitamente, en una determinada visión del hombre y de su destino, de la que saca sus referencias de juicio, su jerarquía de valores, su línea de conducta. (…) Las sociedades que ignoran esta inspiración o la rechazan en nombre de su independencia respecto a Dios se ven obligadas a buscar en sí mismas o a tomar de una ideología sus referencias y finalidades; y, al no admitir un criterio objetivo del bien y del mal, ejercen sobre el hombre y sobre su destino, un poder totalitario, declarado o velado, como lo muestra la historia”. (CIC 2244)
En consecuencia, los católicos no hemos de avergonzarnos de nuestra explícita inspiración cristiana. En primer lugar, porque es totalmente falsa la supuesta imparcialidad de quienes enarbolan la bandera laicista. Pero, además, el Papa nos invitaba a hacer una lectura histórica de lo ocurrido cada vez que el hombre ha pretendido construir el Estado, rechazando toda referencia a Dios y a los valores objetivos de la moral. Lo ocurrido en el siglo XX con las ideologías nazi y marxista es buena prueba de ello. Pero incluso, después de la caída de las ideologías, seguimos corriendo un grave peligro; ya que una democracia sin valores, tiende a convertirse en un totalitarismo visible o encubierto.
Lo decía Chesterton con su habitual ingenio: “Quitad lo sobrenatural, y no encontraréis lo natural, sino lo antinatural”.

Monseñor Jose Ignacio Munilla
Obispo de PalenciaPara “El Palentino” y “Iglesia de Palencia

Abortos en España en 2007 oficiales, 112.000

El número de abortos practicados en España en 2007 ascendió a 112 mil

MADRID, 02 Dic. 08 / 10:25 pm (ACI/Europa Press).- El número de abortos practicados en España durante 2007 ascendió a 112.138, frente a los 101 592 que se registraron en 2006, lo que representa un incremento de 10,38%, según el informe enviado por el Ministerio de Sanidad y Consumo a las comunidades autónomas, a través de la Dirección General de Salud Pública.
La tasa de abortos, es decir, el número de mujeres que han interrumpido el embarazo por cada mil en edad fértil (15-44 años), se situó en 2007 en 11,49 frente al 10,62 del año anterior, según los datos oficiales, recogidos por Europa Press.
El 88,15% de las interrupciones se realizaron en gestaciones de menos de doce semanas --el 62,84 por ciento en gestaciones de ocho o menos semanas y el 25,31% entre las nueve y las doce semanas--, datos que han experimentado un leve aumento respecto a 2006, cuando el 87,94% de los abortos se realizaron en gestaciones de menos de doce semanas.
En la mayoría de los casos (96,93%), el motivo de la interrupción fue la salud materna --como ocurrió durante 2006, cuando en el 96,98% de los casos se alegó esta razón-- y la mayoría de las intervenciones (97,91%) de 2007 se realizaron en centros privados, un porcentaje que se mantiene similar al año anterior.
Por comunidades autónomas, las que registraron mayor tasa de abortos en 2007 fueron, otro año consecutivo, Madrid, con 16 abortos por cada mil mujeres, casi dos puntos más que el año anterior, que tuvo 14,18; Baleares, con 14,91 abortos por cada mil mujeres; Murcia (14,8) y Cataluña (14,31).
Le siguen Aragón (11,91%), Andalucía (11,22%), Canarias (11,74%), Comunidad Valenciana (10,46%), La Rioja (8,64%), Castilla-La Mancha (8,2%), Asturias (7,72%), País Vasco (6,84%) y Castilla y León (6,38%). Por contra, las que menos registraron fueron, también como el año anterior, Ceuta y Melilla (3,74%); Galicia (4,51%), Cantabria (4,63%), Extremadura (5,46%) y Navarra (5,65%).

El futuro del Temple

Queridos amigos y hermanos, cuando hablamos de esta noble Orden creada en la edad Media, y después de conocer las distintas asociaciones-ordenes Neotemplarias, creo que en memoria de esta nobilísima Orden, deberíamos hacer un examen sincero y profundo sobre cuál debería de ser la utilidad de la Orden en el futuro para nuestro Señor, y también para nuestra madre la Iglesia, ya que tanto ansiamos que la Iglesia nos vuelva a acoger en su seno como antaño.

Puesto que el ser por ser, no tiene ningún sentido, además existiendo las diferencias que existen, primero, entre la sociedad actual y la de la Edad media, y segundo entre la Orden Templaria del siglo XII y las actuales, considero, y mi opinión es una opinión individual como Prior de la SMOTH-MIT, que deberíamos plantearnos cómo ser útiles a la Iglesia, y lo que todavía es más importante, a nuestro Señor.

Fuera de la Iglesia podemos desarrollar funciones muy útiles a la sociedad, y, de hecho, la SMOTH-MIT así lo hace, creando una ONG “Templarios del Mundo”, al igual que se ha creado la “Milicia Defensores del Catolicismo”, la primera ejerciendo un compromiso con el prójimo de ayuda material, la segunda publicando un boletín, defendiendo los principios y valores Católicos, tareas las dos propias de los caballeros Templarios.
Pero hay algo que se echa de menos, comparando, (salvando las distancias), la vida de los antiguos monjes-guerreros con los supuestos actuales templarios, podemos interpretar que la lucha por defender nuestra fe la llevemos a los medios de comunicación en internet por medio del boletín de la Milicia Defensores del Catolicismo, pues, gracias a Dios, no existen ya las guerras de antaño en las que nuestra máxima autoridad SS Benedicto XVI nos llame a filas, pero, en lo que toca a MONJES, ¿qué podríamos decir?, los antiguos guerreros en tiempos de paz, vivían en Monasterios y llevaban una vida monacal, es ahí donde nosotros tal vez y solo tal vez, podríamos ir más allá, no digo que tengamos que ser frailes, que es lo que tocaría, pero tal vez si mirásemos nuestra vida en la actualidad, ¿podríamos decir que nos parecemos algo a los MONJES- GUERREROS de la orden del Temple?

Creo que ese es nuestro talón de Aquiles, tal vez deberíamos estar más cerca de nuestra comunidad de Iglesia, tal vez, deberíamos llevar una vida más religiosa, tal vez deberíamos primero ponernos a disposición de la Iglesia, trabajar y después que se nos reconozca nuestra labor como templarios, y no al revés, ir a la Iglesia, (la cual tal vez no hemos pisado en todo el año), e ir con el carnet entre los dientes de Templario y pedir reconocimientos.

En definitiva hermanos, quisiera resumir mi deseo en que deberíamos ser mas MONJES, para así, ser mas Templarios.


Fr.+ Nivardo de Clairvaux
Prior de la zona Norte de España

El Rey de reyes necesita soldados

Queridos Hermanos, que Jesucristo sea nuestro Rey y nosotros sus vasallos no necesita de prueba; lo confesamos por la fe y estamos pronto a confirmarlo con nuestra sangre. Él mismo lo protestó aun desde su nacimiento, diciendo: “Yo he sido establecido por rey sobre Sión”. Y al punto hizo que lo publicasen al mundo los Magos, cuando preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?”; y así como nació con el título de rey en la frente, así murió con el título de Rey en la cruz: Jesús Nazareno, Rey de los judíos, que son, según el espíritu, los fieles verdaderos, como explica San Agustín. Somos, pues, sus súbditos como nacidos en su Reino, poseídos de su dominio, redimidos con su sangre, libertados por Él de la esclavitud del demonio y destinados a reinar con Él mismo eternamente en el Cielo. Mirad por cuántos títulos le debemos sujeción y vasallaje, y cuánta felicidad nuestra es vivir debajo del señorío y según las leyes de un Rey infinitamente grande, sabio y bueno.¿Qué corazón no se llenará de júbilo, sabiendo que puede gozar de sus virtudes verdaderamente reales? La sabiduría con que perfectamente conoce las necesidades de sus vasallos; el poder con que puede con un solo mirar de ojos remediarlos; la misericordia con que se enternece a compadecerse de ellos, la justicia incapaz de errar en el premiar los méritos y castigar los delitos; la providencia en prevenir los peligros para librarnos de ellos y prevenir las necesidades con el socorro de antemano. Qué bien decía David en el salmo profético de este Rey, que debajo de su dominio reinaría en el mundo la felicidad, la alegría, la justicia y la abundancia de la paz. Pongámonos un poco a comparar al Rey del Cielo con los reyes de la tierra. Estos imponen gabelas y tributos; Él los quita; antes paga a su costa las deudas de los suyos. Estos empobrecen a los vasallos para enriquecerse a sí; Él se hizo pobre por enriquecernos con su pobreza. Éstos muchas veces en su gobierno se apartan de la rectitud y justicia, o por ignorancia o por pasión o por malicia; Él nunca puede extraviarse de lo justo, porque es la misma sabiduría, justicia y bondad. Éstos hacen leyes pesadas, que de ordinario ellos mismos las quebrantan; Él pone leyes suaves, en cuya observancia nos va siempre delante con el ejemplo.Ahora este Rey de las virtudes bajó del trono de su eterna gloria, al campo de la vida mortal para intimar la guerra al mundo rebelde, al Diablo tirano y a los vicios destruidores del linaje humano. El amor de sus súbditostiranizados por el bárbaro enemigo, le movió a tan heroica empresa de cómo librarlos de la cruel esclavitud que padecían, no sufriendo el corazón verles gemir y perecer en las cadenas; únicamente le solicitó el deseo detraer consigo compañeros a gozar la eterna felicidad de su Reino, no pareciéndole que reinaba perfectamente dichoso si no comunicaba a sus fieles soldados su felicidad. De suerte que el fruto de la victoria no será delRey, sino de los vasallos a quienes quiere dar el mérito de sus fatigas y el premio de la batalla y del triunfo. Solamente nos convida a que tomemos con Él las armas que, expresión de San Pablo, son: “La loriga de la justicia, el escudo de la fe y el yelmo de la salud”. Nos exhorta a seguir su bandera ofreciéndose el primero a los peligros e incomodidades sin resguardar su vida ni atender a su majestad. A este fin nos alistó en su milicia, para que con él peleásemos, y en medio de loa enemigos, a prueba de trabajos y sudores, diésemos testimonio de nuestra lealtad. ¿Qué corazón, pues, habrá tan vil que se niegue al convite de su rey que se ofrece por Capitán General de tan generosa empresa, y nos promete segura victoria si no falta por nosotros?¿Quién de vosotros tendrá tan poco juicio y tan poco amor de su bien, que rehúse salir en campaña, donde se trata aún más de su salud que de la gloria de su Rey? ¿Dónde no se puede huir del combate si no es quedando prisionero del enemigo que nos viene a asaltar por privarnos de un Reino Eterno y hacernos perpetuamente sus esclavos? Brava cosa sería si un soldado, al tiempo que su capitán está con las armas en la mano y sale a acometer a los escuadrones enemigos, él se estuviese desarmado, tendido en la cama ojugando a los dados o al ajedrez. Aquel valeroso Urías, tan celebrado en la historia de los reyes, decía, cuando David le convidaba al descanso: “Mi general, Joab está peleando en campaña o durmiendo sobre la dura tierra en defensa del Arca, ¿y yo he de tener corazón tan vil que me esté en casa regalándome en mi mesa y durmiendo en mi blanda cama? Nunca lo haré.”Pero para avivar más el espíritu, imaginaos que oís a San Luís, Rey de Francia, cuando en la asamblea de los príncipes y señores de su reino, descubierta la cruz que tenía pendiente al pecho, les convidó a la conquistade la Tierra Santa: “Mis files vasallos, dijo: esta cruz que veis en mi pecho ya os descubre el deseo y el designio de mi corazón: la Tierra Santa, la ciudad de Dios, la herencia de Jesucristo, donde obró los misterios de nuestra redención, santificándola con milagros de su vida y regándola con su divina sangre, gime sujeta a la tiranía de los bárbaros infieles, ellos han arrojado a nuestro Dios de la corte y capital de su imperio para afianzar su tiránico yugo sobre las ruinas del cristianismo. ¿Quién podrá explicar la impiedad con que han arruinado los sagrados templos? ¿Quién las opresiones y durísimos tratamientos con que fatigan a aquellos pocos cristianos que allí han quedado, a quienes tratan peor que esclavos? Las lágrimas de aquellosmiserables, la desolación de la santa ciudad, me mueven a compasión e invocan nuestras armas para que los socorramos, yo estoy resuelto de pasar allá mis banderas y derramar, si fuera menester, mi sangre. A vosotrostambién ofrezco la cruz, ¿os negaréis a aceptarla? Os convido a que me acompañéis en tan noble conquista; ¿os excusaréis de seguirme? Yo, yo voy con vosotros a participar de los trabajos del viaje, a experimentar lasincomodidades de la guerra, y vosotros seréis conmigo participes de los despojos de los vencidos y de los premios de la victoria. Ninguno encontrará más incomodidades ni entrará en más peligro que su rey. Ea, pues mis fieles campeones, vamos generosamente a la sagrada empresa, en que triunfará sin duda la gloria de Dios, de la Santa Iglesia y de vuestro valor. Imaginad ahora que os pone la cruz en la mano el Salvador, que salió del sepulcro victorioso del mundo, de la muerte y del infierno. Con esta cruz no hay duda que alcanzaremos la gloria inmortal, ya volviendo ricos y cargados de los despojos de los enemigos o quedando allí muertos con feliz martirio”.A este convite, ¿qué corazón podría resistir? ¿No sería tenido por la más vil alma del mundo el que se viese excusado a seguir a su rey en una empresa tan noble y tan sagrada? Todos con un corazón, a una voz pidieron la insignia de la cruz, se ofrecieron prontísimos a seguir al rey, a morir antes en la sagrada guerra que vivir en el sosiego de sus casas en paz. Incluso los hermanos del rey y los príncipes de la sangre e incluso la reina y las princesas pidieron al legado de Inocencio IV que las admitiese a ser cruzadas.Y si tanto pudo el convite y ejemplo de un rey terreno, respetado y amado de sus vasallos, ¿cuánto más fuerte y suave atractivo debe tener el encargo y oferta del Rey Celestial, justísimo y amabilísimo, para arrebatarnos a que le sigamos? Él, depuestas las insignias de su majestad y armado de solas virtudes, viene a combatir con el común enemigo, echa entre los fieles un bando general de cruzada en el que se lee: “El que quiera venir en pos de mí, tome su cruz y sígame”. ¿Quién quiere seguirme a pelear y vencer al Príncipe de las Tinieblas, que tiene tiranizado al género humano? ¿Quién toma conmigo las armas para destruir los pecados que son las crueles cadenas que tienen a los hombres miserablemente esclavizados?¿Quién quiere exponerse a breve guerra por conseguir el Reino Eterno del Cielo? Los trabajos de la milicia serán comunes: no será mejor la suerte del capitán que la de los soldados; solo que yo seré el primero a entrar en la batalla, a plantar el estandarte de mi cruz sobre el campo enemigo.Añádase que nuestro Rey, no solo quiere ir delante como guía para el difícil camino que nos propone en tan ardua empresa, sino también quiere dar aliento y vigor para que le sigamos con gusto y venzamos con alegría y facilidad, como hizo ya Wenceslao. Este piadosísimo rey, ardiendo todo en amor divino, usaba visitar de noche las iglesias descalzo, aun en el invierno, en que solía estar la tierra cubierta de nieve. Llevaba detrás a Podovino su fiel cortesano el cual, una vez por el gran frío aterridos los pies, fue forzadoa detenerse por no poder seguir al rey.Cuando el piadoso rey lo conoció, le mandó que entrase sus pies en las huellas que él dejaba señaladas. Hízolo el cortesano y no solo sintió que se le calentaban los pies, sino todo el cuerpo con tal ardor, que pudo seguir con alegría por el áspero camino a su señor. Este mismo efecto hacen continuamente en sus seguidores las huellas del Salvador que va delante: no solo nos enseña el Camino, mas nos da bríos para seguirle con pasos ligeros. Sea pues áspera, sea difícil, esté llena de trabajos e incomodidades la senda por donde le hemos de seguir, el hallarla toda señalada de sus huellas, el haberla Él corrido por nuestro amor, no solamente la ha allanado los pasos, sino que la ha hecho deleitable, amena y florida con mil acciones que nos dejó por ejemplos. Pues ¿por qué no le seguiremos? Jesucristo, dice San Cipriano, practicó todo lo que enseñó para que el discípulo no pudiera tener excusa si siendo siervo, no quisiera padecer lo que primero padeció su Señor.“A la conquista, pues, del mundo, a la salud de las almas, a la ruina de los pecados aspira nuestro Rey. Para esta noble empresa busca por todas parte soldados, convida secuaces y sin embargo -decía desconsolado Ezequiel- no hay quien vaya a la batalla, cuanto se cansa en hallar quien le siga, como generoso aventurero, en tan justa guerra, vileza intolerable de los que somos sus vasallos, agravio gravísimo que se hace a tan buen Rey”. “Digno es por cierto de muerte -decía San Bernardo- el que rehúsa alistarse bajo las banderas de Jesucristo”.Pensad que Felipe II llamó a la corte a algunos soldados que más valerosamente habían militado en Flandes bajo el mando de Alejandro Farnesio para conocerlos y premiarlos. Aparecieron todos señalados con gloriosasheridas y oyendo al rey, que les decía con amoroso semblante qué premio deseaban por sus sudores y heridas, respondieron: “Ningún otro sino que nos permita otra vez militar en las banderas de Alejandro”. Tan grande era la estimación, tan grande era el amor que tenían a aquel valeroso capitán. ¿Qué hemos de decir, hermanos, si nuestro poderoso Rey no puede alcanzar de nosotros con sus convites y llamamientos lo que tantos otros infinitamente menos dignos alcanzaron de sus súbditos y soldados sin resistencia alguna? ¿Qué excusa se podrá jamás alegar si no seguimos al Monarca Divino con tanto aliento como se suele seguir a un señor terreno? Por ventura se dirá que si los trabajos de la milicia, los horrores de la batalla que sufren por el rey de la tierra son gustosos, son agradables, ¿los que se deben padecer por el Rey del cielo son desapacibles y amargos? ¿Y dónde está la fe? ¿Dónde el amor y obsequio debidos al Rey de los reyes? De suerte que el afecto que se tiene a un príncipe terreno, el interés de un estipendio mundano, hace alegre y conforme a la inclinación natural de seguirle en los precisos infortunios y trabajos de la guerra; y el amor que profesamos al Rey Celestial y el premio de una gloria eterna deja que parezca más áspero, muy insufrible y repugnante a la naturaleza del militar con él debajo de sus banderas.Con razón decía el Salvador: “Los hombres de Nínive se levantarán en juicio y os condenarán, dando a conocer cuan prontos fueron ellos a imitar a su bárbaro rey, aún en una empresa muy dificultosa porque Sardanápalo, oyendo la ruina de la ciudad, amenazada por el profeta Jonás, se levantó de su trono, se desnudó sus reales ropas, se vistió un saco, se sentó sobre la ceniza y ayunó.”
Después por intimo pregón intimó a sus vasallos un riguroso ayuno y una severa penitencia de sus pecados pero, como reparó agudamente San Ambrosio, para que toda la ciudad ayunase, el rey primero puso de abstinencia estrecha su mesa real. Un Sardanápalo con su ejemplo pudo tanto con sus súbditos y Jesucristo, con la idea de sus divinas virtudes ¿no podrá otro tanto en los corazones de sus fieles? ¿Es esto todo lo que puede prometerse de nosotros un Dios, habiendo bajado de su gloria a nuestra vileza, por ser nuestroCapitán, por movernos y ayudarnos a la conquista de un Reino a nosotros tan útil como glorioso para Él? ¿Pues qué hará? ¿Renunciará a las armas? ¿Se volverá a su Cielo sin pelear? No se lo permite la gloria de su eterno Padre, ni el amor de nuestra salud. Está dispuestísimo a ir solo a la batalla y nos dice: “Vosotros, como cobardes, me volvéis las espaldas y huís, mas yo iré solo a ofrecer por vosotros el pecho a las lanzas de vuestros enemigos. Quedaos, pues vosotros, perezosos, a gozar del ocio, a dormir sobre plumas; yo solo saldré al encuentro del enemigo, a las fatigas y peligros hasta caer rendido del peso. Entregaos a los placeres, a la embriaguez y glotonería; para mí serán las penas, a mí me tocará beber el Cáliz de la Pasión y mientras vosotros alargáis la mano a las frutas prohibidas, yo extenderé las mías en el trono de la cruz”.Y nos recuerda: “Pero no penséis tener parte en mi Reino, porque quien conmigo no pelea, tampoco reina en mi compañía ¿y con qué cara tendréis después la osadía de aspirar a mi bienaventuranza, cuando yo os mostré las llagas de mis manos, pies y costado, abiertas por vuestra salvación y vosotros no podréis recíprocamente mostrarme una gota de sudor, no digo de sangre, derramado por mi gloria?".
¿Tendremos corazón para sufrir que así nos zahiera? ¿Tendremos ánimo para ver a nuestro Rey en el campo de batalla? ¿Nos quedaremos desalentados porque nos ofrece su cruz y nos dice que su Reino no es de este mundo? Hermanos, yo os digo que nos fiemos de su bondad que aún en esta vida, entre los trabajos de la milicia que por Él y con Él profesamos, no dejará de darnos a experimentar los efectos dulces de su beneficencia, y en la otra vida nos tiene preparado un gran Reino por premio de la batalla, mas no por ello dejará de darnos en esta vida un copioso ”sueldo”.A los que pelean, ¿no se les promete un liberal donativo después de la victoria? Con todo eso vemos que, entre tanto, se les da un competente sueldo en tiempo de la batalla. Los interiores gustos del ánimo, lasconsolaciones espirituales, el júbilo de la buena conciencia, son unos tratamientos amorosos con que este benigno y benéfico Rey, aun en el tiempo de la guerra presente, premia y contrapesa lo que se obra y padece por su amor. Decía Santa Teresa: “Solo el pensar que tenemos que pelear y `padecer con tan gran Rey, nos debe hacer, no solo animosos, sino alegres y alentados en los trabajos y tribulaciones”. Hermanos no solamente es cosa gloriosa, sino dulce y alegrísima seguir al Señor y ejecutar sus mandatos. Querido Hermano de la Hermandad de los Pobres Caballeros de Cristo, acaso te parece empresa difícil y ardua haber de retirarte del camino ancho de los vicios y entrar por la senda estrecha de las virtudes. Pero ¿qué aliento no infundirá al corazón llevar a los ojos por guía al Rey del cielo? Amarga cosa nos parece apartar los labios del dulce licor de los placeres, por aplicarlos a la hiel de la mortificación; pero ¡qué suave y sabrosa la hará la reflexión, que Cristo primero la endulzó y azucaró con su divina boca! Tememos como vida difícil y melancólica el vivir sin la conversión licenciosa de ciertos amigos del pasatiempo, más la dulce conversación del Rey Celestial, y con eso el tenerlo por compañero en los trabajos y tribulaciones, ¿no prevalecerá y valdrá más que la compañía de cualquier criatura?Revolved las escrituras sagradas, y hallaréis que en virtud de sola esta compañía, se alentaban todos aquellos padres a entrar en cualquier ardua y trabajosa empresa. “Yo estaré contigo”, le decía Dios (Jud. VI, 16) a Isaaccuando le quiso animar a no temer las asechanzas de los palestinos. Así lo prometió Dios a Jacob, cuando quiso alentarle a emprender la larga y áspera peregrinación a la vuelta de su patria. Así lo ofreció a Moisés, cuando le quiso dar bríos para el grande empeño de librar a los israelitas del cautiverio del Faraón. Así finalmente a Josué cuando le encargó la dificultosa empresa de conducir al pueblo a la tierra de promisión. Y así también nos dice a nosotros el Salvador: “No temáis, yo estoy con vosotros para salvaros; ceda, pues, todo temor. Yo estoy con vosotros a daros todo cohorte y libraros”. Pues, ¿qué nos detiene? ¿Cómo dilatamos el seguir a tan benéfico Señor y Rey?, mejor será decir como el devotísimo San Bernardo: “Te seguiremos Señor, por ti y a ti porque Tú eres el Camino la Verdad y la Vida; Camino en el ejemplo, Verdad en la promesa y Vida en el premio”. Por eso debemos decir: “¿Qué debo hacer ahora con vuestro ejemplo cuando vos, Rey de soberana majestad, queréis entrar a la parte de los trabajos, tomando para vos lo más arduo, lo más difícil, lo más penoso y dejando para mí lo menos molesto y menos amargo? Esta vuestra bondad me arrebata todo el corazón y me hace una amorosa violencia para seguiros. Una y otra vez estoy dispuesto a seguiros ya sea por un camino llano, sin trabajos ni espinas, ya sea cuesta arriba, por sendas ásperas llenas de malezas y dificultades. Ni me pone miedo, Señor, lo que prevenís, que quien quisiere ir en pos de vos se niegue a sí mismo; ni me acobarda haber de tomar la cruz para seguiros porque este es un dulce amargo que más me halaga y regala, que no me desmaya y desalienta, sabiendo que debo padecer en vuestra compañía, y que vos vais delante con una cruz mucho más pesada; que yo he de llevar la mía, sustentada por vuestra poderosa mano a la que ha hecho ligera y suave el haber estado sobre vuestros divinos hombros”.Aceptad, pues, con agradables ojos y afecto ¡OH divinísimo Rey mío! Esta mi ofrenda como Pobre Caballero de Cristo, dad valor a este mi buen deseo, asistidme con vuestra eficaz gracia, para que yo pelee valerosamente en vuestro servicio, para reinar después con Vos eternamente en vuestra Gloria.- Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'. Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'. Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'. Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna". “NUESTRO MAYOR PREMIO”

Non Nobis
Fr.+ J.M.NicolauMAESTRE

Apostolado de la sonrisa

Esperanza alegre

Este domingo, 30 de noviembre, celebramos el primer aniversario de la publicación de la segunda encíclica de Benedicto XVI: “Spe Salvi” (Salvados en Esperanza). Precisamente este mismo día también, iniciamos el tiempo de Adviento, en el que la Iglesia renueva una vez más, la invitación a vivir la virtud teologal de la esperanza.
Tenemos que reconocer que, con frecuencia, en nuestra cultura se ha forjado una imagen un tanto “melancólica” de la esperanza. Parece como si identificásemos la esperanza con un suspiro que añora la realización de unos ideales, al mismo tiempo que los percibe como una utopía inalcanzable. Alguien dijo que la esperanza sin Dios (¿“esperanza laica”?), por mucho que se exprese en tonos poéticos, acaba por reducirse al lamento triste y nostálgico.
¿No es cierto, acaso, que en nuestras conversaciones hay una gran inflación de lamentos y de reivindicaciones estériles? Todo el mundo parece quejarse de todo. El “victimismo” se ha convertido en una actitud de vida, consistente en creernos destinatarios de todos los males, al mismo tiempo que nos hacemos ciegos para reconocer el bien e incapaces de agradecerlo. Así lo describía Martín Descalzo: "Antaño la hipocresía era fingirse bueno. Hoy en día, la hipocresía es inventarse dolores, teniendo motivos para estallar de alegría".
Pues bien, en este tiempo de Adviento que iniciamos, tiempo de espera gozosa en el Mesías, tenemos una ocasión de oro para crecer en la virtud de la alegría. Pero… ¿cómo es eso de considerar la alegría como una “virtud”? ¿No se trata acaso, de un estado emotivo, fruto de unas circunstancias cuyo control no está en nuestras manos? ¿Acaso no sería algo ficticio, el intento de procurar ser alegres “artificialmente”?
Los cristianos tenemos muchas razones para la alegría. La liturgia del Adviento nos las recuerda una y otra vez, ante el peligro de que los agobios de nuestra vida nos impidan disfrutar de ellas: “(…) cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo” (Oración colecta, Domingo II de Adviento), “(…) concédenos llegar a la Navidad –fiesta de gozo y salvación- y poder celebrarla con alegría desbordante” (Oración colecta, Domingo III de Adviento).
Ciertamente, la alegría es fruto de una Buena Noticia, pero no puede ser alcanzada sin librar antes una importante batalla interior. La alegría no es un estado anímico que nos sobreviene y nos abandona caprichosamente, sino que es un hábito que se adquiere con voluntad y perseverancia. Es el fruto del ejercicio de la penitencia interior, que nos lleva a mortificar tantas tristezas inconsistentes que pretenden imponerse a las razones para el gozo interior. Aunque nos puedan parecer incompatibles estos dos conceptos, no dudemos de que la “alegría” es la mejor “penitencia”. Más aún, hemos de desconfiar de las penitencias que no nos lleven a superar nuestras tristezas y amarguras. La penitencia más perfecta es aquella por la que le ofrecemos a Dios y a nuestro prójimo una sonrisa transparente y perseverante, que solamente puede brotar de un corazón enamorado y agradecido.
Para resolver esta aparente paradoja, tal vez debamos redescubrir el auténtico sentido de la “penitencia”, es decir, su sentido teológico. Decía Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica, que “la penitencia realiza la destrucción del pecado pasado”. No olvidemos que la tristeza se introdujo en nosotros como fruto del pecado; y que éste no será plenamente vencido hasta que no rescatemos la alegría. Rescatamos la alegría, sólo cuando hemos vencido el pecado.
La alegría cristiana que nace de la virtud teologal de la esperanza, nos permite relativizar las preocupaciones y hasta nuestras propias debilidades. La sonrisa humilde y el buen humor, resultan ser un arma espiritual de gran eficacia para vencer las tentaciones del Maligno. Al mismo tiempo, el “apostolado de la sonrisa” es uno de los testimonios más necesarios y convincentes en el momento presente.
Iniciamos en este domingo un nuevo año litúrgico. He aquí la primera súplica que la liturgia de la Iglesia dirige a Dios: “Aviva en tus fieles el deseo de salir al encuentro de Cristo que viene, acompañados por las buenas obras” (Oración colecta, Domingo I de Adviento). Lo sorprendente quizás sea descubrir que la primera “buena obra” que Dios nos pide, pueda ser… una sonrisa.


Monseñor Jose Ignacio Munilla
Obispo de Palencia
Para “El Palentino” e “Iglesia en Palencia”

Bella, la película

Ciertamente, muy “bella”


No deja de ser significativo que cuando determinados directores del cine han realizado algunas obras maestras con alto contenido en valores éticos y espirituales, hayan coincido en elegir el término “bella” para titularlas. Sería larga la lista, aunque ahora me refiero a películas como “¡Qué bello es vivir!”, de Frank Capra (1946), que se convirtió en un clásico navideño; “La vida es bella” (1997), de Roberto Benigni, y en nuestros días, “Bella”, producida e interpretada por Eduardo Verástegui.
La tradición cristiana habló de los tres trascendentales, como tres dimensiones de la existencia y de la realidad: "verum", "bonum" y "pulchrum". Es decir, lo “verdadero”, lo “bueno” y lo “BELLO”. La esquizofrenia de nuestra cultura ha consistido en pretender separar la belleza de la bondad y de la verdad. Sin embargo, la belleza no es otra cosa que el reflejo de la verdad. Mientras que la santidad (la bondad) es la belleza encarnada. Por eso, no es de extrañar que cuando el celuloide ha sido transmisor de valores morales “buenos” y “verdaderos”, haya recurrido al concepto de “belleza” para expresarlos. En efecto, como decía el teólogo Von Balthasar, “lo primero que captamos del misterio de Dios no suele ser la verdad, sino la belleza”. Frente al concepto secularizado de “belleza”, nosotros creemos que la belleza es “aparición” y no “apariencia”.
Tengo que reconocer que cuando terminé de ver la película de Verástegui, salí un tanto desconcertado… Había supuesto que esta película, de la que tanto había oído hablar, sería transmisora de sólidos argumentos con los que hacer frente a la “cultura de la muerte”. Nada de eso. No se trata de un filme apologético destinado a convencer a los convencidos, sino de un emotivo cuestionamiento sobre el rumbo de nuestra existencia. Creo que el auténtico valor de la película, lo percibimos a posteriori, en la medida en que intuimos su importante contribución para afinar nuestra sensibilidad. El lenguaje de esta película es el adecuado para llegar a interpelar al hombre y a la mujer de nuestros días: sólo cuando los afectos son “alcanzados”, llegamos a ser capaces de cuestionar nuestras razones o sinrazones.

“Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”

El filme comienza con esta frase, que resulta paradigmática en las historias personales que se entrecruzan a lo largo de su argumento. Cuando caemos en la tentación de soñar con una felicidad egocéntrica, propia del “triunfador”, inevitablemente, las cruces de la vida acabarán despertándonos bruscamente.
¿Es incompatible la felicidad con la cruz? En realidad, la plenitud de nuestra existencia no se alcanza en la huida del dolor, ni en la desesperación, sino afrontando y madurando en la tribulación… Algunas contrariedades acaban por convertirse en alegrías, cuando son aceptadas; e incluso, los episodios más oscuros de nuestra existencia, pueden resultar un acicate para entender nuestra vida como una ocasión de eficaz reparación.

La fuerza sanadora de la familia

Uno de los valores más importantes de “Bella” es que muestra claramente la fuerza que la familia ejerce en cada uno de nosotros, aportando estabilidad personal, seguridad, sanación, etc. Lo más duro del sufrimiento es tener que vivirlo en una situación de orfandad moral, porque entonces resulta inevitablemente destructor.
Eduardo Verástegui se dirige con esta película, de una forma muy especial, a todos los inmigrantes hispanos de EEUU, que corren los graves riesgos que se derivan del alejamiento de sus seres queridos y de la desestructuración de la institución familiar. La mayor pobreza de nuestros días es la carencia de la familia.

La fuerza evangelizadora del cine

Decía recientemente el cardenal Poupard, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, que “el cine puede construir una auténtica cultura de la vida”. Es imprescindible que seamos conscientes de que en la pequeña y en la gran pantalla, se está librando una batalla determinante entre “valores” y “antivalores”. No podemos ser tan ingenuos de acercarnos al cine como a una mera industria de entretenimiento. En realidad, como en tantos otros terrenos de la existencia, tampoco en el mundo artístico cabe la neutralidad.
Una vez más, se demuestran proféticas las palabras de Cristo: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama” (Lc. 11, 23).


Monseñor Jose Ignacio Munilla
Obispo de Palencia
Para “El Palentino” e “Iglesia”

NOTA DE PRENSA DE LA FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE ASOCIACIONES PROVIDA

SOBRE LA PRETENSIÓN DEL BARCO ABORTISTA DE ATRACAR EN PUERTO ESPAÑOL PARA RECOGER A MUJERES EMBARAZADAS Y PRACTICARLES ABORTOS EN AGUAS INTERNACIONALES


Es una provocación y una ofensa gravísima hacia las mujeres a las que esperan y hacia todo el pueblo español. Este barco de la muerte, que además no cuenta con los permisos oportunos, debería tener prohibida su entrada en todos los puertos del planeta porque es el símbolo de la crueldad más despiadada. No se puede entender que un mundo que aspira a la igualdad, a la paz, a la erradicación de la violencia y de las prácticas contrarias a la dignidad humana, permita la existencia de un barco que desafía a las autoridades del mundo y se enriquece a costa del dolor ajeno. Pedimos a las mujeres embarazadas que no permiten que nadie les haga daño, ni a ellas ni a los hijos que llevan dentro, que son seres inocentes y necesarios. Que no se presten a ser utilizadas por quienes se llaman defensores de la liberación de la mujer, porque el aborto no las hace libres sino que las sume en un mundo oscuro con graves secuelas de por vida. Que no escuchen a quienes se enriquecen a costa del sacrificio de sus vidas y las de sus hijos.
Ofrecemos a esas mujeres todo nuestro apoyo para seguir adelante a través de la distintas asociaciones presentes en toda la geografía española.
Instamos a las autoridades a no dejar atracar este barco que viene a realizar actividades delictivas en España, ya que no sólo no respeta la dignidad de las personas con la oferta del aborto sino que desafía a las leyes vigentes. Cualquier colaboración por acción u omisión, los convierte en cómplices necesarios.
La Federación Española de Asociaciones Provida quiere aprovechar esta intromisión vergonzosa y esta provocación tan denigrante, para pedir un compromiso serio en la defensa de la vida por parte de toda la sociedad española, a nivel público y privado para que ninguna mujer embarazada se sienta desamparada y para que siempre se den soluciones positivas por muy graves que sean los problemas.



Más información: presidencia@provida.es

Si un bebé va a morir, mejor conocerlo y amarlo que matarlo

2008-09-21
¿POR QUÉ SEGUIR GESTANDO A UN BEBÉ QUE VA A MORIR?
La perspectiva de una madre
Por Teresa Streckfuss
Muchos se han preguntado: “¿Cuál es el propósito?” O quizás nos han tenido lástima por continuar el embarazo en el caso de un bebé que no va a vivir mucho tiempo. Yo comprendo esas ideas, porque cuando mi hermana estaba embarazada de Thomas Walter (quien fue diagnosticado con anencefalia a la 18 semanas de concebido y vivió por 17 horas y media después de nacido), yo no podía tampoco entender con claridad la situación. Yo sabía que era lo “correcto” hacer. Pero en ese momento no me percaté de que yo no tendría otra opción si lo mismo me ocurriese a mí (aunque pensaba que ello no ocurriría). Sí pensé qué terrible era el saber durante 4 meses que al hijo que llevas en tu seno le será imposible el vivir fuera de tu matriz.
Una vez que nació mi sobrino pude sostenerlo en mis brazos y verle finalmente como una persona real – una preciosa y única creación –y comencé a darme cuenta de que era mucho más que sólo una cuestión de “ética”. Para mi sorpresa cuando mi propio bebé, Benedicto, fue diagnosticado cuatro años más tarde con esa misma condición, fue que me resultó posible comprenderlo. Me ha tomado mucho tiempo el poder expresar en palabras mis sentimientos e ideas. Sólo ha sido desde el diagnóstico de mi hija Charlotte que he podido encontrar las palabras que malamente expresan mis sentimientos.
Algunas personas piensan que continué el embarazo de Benedicto y Charlotte porque estaba en contra del aborto, porque éramos católicos o quizás porque el embarazo de nuestro sobrino había sido continuado hasta su nacimiento aún después de que sus padres recibieron un diagnóstico fatal. Aunque estos factores probablemente jugaron un papel en nuestro inmediato rechazo a la opción de ponerle fin a su vida (“terminarlo”), ¡esto no es de lo que se trataba! ¡Era por el amor! ¡Era por el bebé! No era por una trágica y fatal condición médica - ¡Era por mi hijo! Nosotros no somos más fuertes que otras personas. No es porque nosotros podíamos enfrentarnos a una situación a la cual otros no podían. No hay manera de evitar el triste hecho de que ella con esa condición no podrá vivir mucho tiempo después de su nacimiento, y el acelerar su muerte no evitaría que ello ocurriese. El causar su muerte anticipada sólo nos robaría la experiencia de conocerla y amarla.
La tragedia no es para nosotros saber que nuestra niña morirá. La tragedia es que nuestra niña va a morir. No es nada agradable el saberlo con tanto tiempo de antelación pero nos da la oportunidad de poder apreciar una vida tan corta y no perdernos ni un momento de ella.
El valor de las vidas de Thomas Walter, Benedicto y Charlotte, no puede ser medido por su duración. Así no es como medimos la vida de los adultos. ¿Entonces por qué aplicar esa medida a los bebés? Un bebé no es una posesión, no es el resultado de una adquisición. Un bebé es un regalo, un nuevo ser, una preciosa alma individual amada por Dios. Somos creados con un propósito, hay una razón para estar en este mundo. Aunque esa razón no sea evidente para nosotros la mayoría de las veces, estamos constantemente afectando a otras personas en nuestras familias, comunidades, etc. ¿Quién sabe qué propósito puede lograrse en nueve meses y un día? Yo no lo sé pero Dios sí. Yo sí sé que Benedicto dejó un impacto permanente en nuestra familia. El nos obligó a tomarlo todo con más calma, saborear la vida, y valorar aún más a nuestros otros hijos. El nos hizo darnos cuenta de que no podíamos controlar o predecir lo que va a ocurrir en el futuro, él nos hizo confiar en Dios. Y ¿cuán a menudo se nos da la oportunidad de dar a otra persona un amor verdaderamente incondicional? ¿Un amor que en verdad no espera nada a cambio? En realidad es una bendición el sentir ese amor verdaderamente puro.
Así que no nos compadezcan por traer al mundo un niño que morirá. El estar embarazada de esta bella persona es un honor. Laméntense de que nuestro bebé morirá. No vamos a olvidar el tiempo que tuvimos con Benedicto, como tampoco el que estamos teniendo con Charlotte, por evitarnos sólo el dolor de sus pérdidas. Siempre he pensado de todo ello así: si a tu niño de 3 años se le diagnosticara un cáncer incurable y le quedaran sólo 4 meses de vida; ¿preferirías que el doctor lo matase inmediatamente para no tener que esperar a su inminente muerte? O ¿preferirías tener la mayor cantidad de tiempo para estar con ella o con él por todo el tiempo que le quedará de vida?
Alguien nos preguntó después que Benedicto murió: “¿Valió la pena?” ¡Por supuesto! Por la oportunidad de cargarlo, de verlo y quererlo antes de dejarlo ir. Por la oportunidad de que nuestros hijos vieran que nunca les dejaremos de amar, más allá de sus imperfecciones. Por la oportunidad de darle todo lo que sentimos mientras pudimos. ¡Por supuesto! Amen a sus hijos y recuerden que tienen sus propias y especiales misiones. Los niños son siempre una bendición de Dios -- aunque no se queden mucho tiempo….
Teresa escribió este artículo cuando estaba embarazada de Charlotte Mary, quien sería el segundo niño de los Streckfuss que padecía de anencefalia. Charlotte nació en la Sección de Cesárea del hospital el 21 de junio del 2004. Ella vivió 5 días y murió el mismo día que su hermano Benedicto, quien también sufría de anencefalia. Por favor visitewww.benotagraid.net para obtener mucha información y otros artículos de familias que han enfrentado embarazos con diagnósticos muy problemáticos.
Para obtener más información y ayuda (en inglés) contacte a: Christian Homes and Special Kids, Nathan/Chask, P.O. Box 310 Moyie Springs, ID 83845 Tel: (208) 267 6246, www.chask.org.
http://www.vidahumana.org/news/prensa_index.html.

2008-09-21
¿POR QUÉ SEGUIR GESTANDO A UN BEBÉ QUE VA A MORIR?
La perspectiva de una madre
Por Teresa Streckfuss
Muchos se han preguntado: “¿Cuál es el propósito?” O quizás nos han tenido lástima por continuar el embarazo en el caso de un bebé que no va a vivir mucho tiempo. Yo comprendo esas ideas, porque cuando mi hermana estaba embarazada de Thomas Walter (quien fue diagnosticado con anencefalia a la 18 semanas de concebido y vivió por 17 horas y media después de nacido), yo no podía tampoco entender con claridad la situación. Yo sabía que era lo “correcto” hacer. Pero en ese momento no me percaté de que yo no tendría otra opción si lo mismo me ocurriese a mí (aunque pensaba que ello no ocurriría). Sí pensé qué terrible era el saber durante 4 meses que al hijo que llevas en tu seno le será imposible el vivir fuera de tu matriz.
Una vez que nació mi sobrino pude sostenerlo en mis brazos y verle finalmente como una persona real – una preciosa y única creación –y comencé a darme cuenta de que era mucho más que sólo una cuestión de “ética”. Para mi sorpresa cuando mi propio bebé, Benedicto, fue diagnosticado cuatro años más tarde con esa misma condición, fue que me resultó posible comprenderlo. Me ha tomado mucho tiempo el poder expresar en palabras mis sentimientos e ideas. Sólo ha sido desde el diagnóstico de mi hija Charlotte que he podido encontrar las palabras que malamente expresan mis sentimientos.
Algunas personas piensan que continué el embarazo de Benedicto y Charlotte porque estaba en contra del aborto, porque éramos católicos o quizás porque el embarazo de nuestro sobrino había sido continuado hasta su nacimiento aún después de que sus padres recibieron un diagnóstico fatal. Aunque estos factores probablemente jugaron un papel en nuestro inmediato rechazo a la opción de ponerle fin a su vida (“terminarlo”), ¡esto no es de lo que se trataba! ¡Era por el amor! ¡Era por el bebé! No era por una trágica y fatal condición médica - ¡Era por mi hijo! Nosotros no somos más fuertes que otras personas. No es porque nosotros podíamos enfrentarnos a una situación a la cual otros no podían. No hay manera de evitar el triste hecho de que ella con esa condición no podrá vivir mucho tiempo después de su nacimiento, y el acelerar su muerte no evitaría que ello ocurriese. El causar su muerte anticipada sólo nos robaría la experiencia de conocerla y amarla.
La tragedia no es para nosotros saber que nuestra niña morirá. La tragedia es que nuestra niña va a morir. No es nada agradable el saberlo con tanto tiempo de antelación pero nos da la oportunidad de poder apreciar una vida tan corta y no perdernos ni un momento de ella.
El valor de las vidas de Thomas Walter, Benedicto y Charlotte, no puede ser medido por su duración. Así no es como medimos la vida de los adultos. ¿Entonces por qué aplicar esa medida a los bebés? Un bebé no es una posesión, no es el resultado de una adquisición. Un bebé es un regalo, un nuevo ser, una preciosa alma individual amada por Dios. Somos creados con un propósito, hay una razón para estar en este mundo. Aunque esa razón no sea evidente para nosotros la mayoría de las veces, estamos constantemente afectando a otras personas en nuestras familias, comunidades, etc. ¿Quién sabe qué propósito puede lograrse en nueve meses y un día? Yo no lo sé pero Dios sí. Yo sí sé que Benedicto dejó un impacto permanente en nuestra familia. El nos obligó a tomarlo todo con más calma, saborear la vida, y valorar aún más a nuestros otros hijos. El nos hizo darnos cuenta de que no podíamos controlar o predecir lo que va a ocurrir en el futuro, él nos hizo confiar en Dios. Y ¿cuán a menudo se nos da la oportunidad de dar a otra persona un amor verdaderamente incondicional? ¿Un amor que en verdad no espera nada a cambio? En realidad es una bendición el sentir ese amor verdaderamente puro.
Así que no nos compadezcan por traer al mundo un niño que morirá. El estar embarazada de esta bella persona es un honor. Laméntense de que nuestro bebé morirá. No vamos a olvidar el tiempo que tuvimos con Benedicto, como tampoco el que estamos teniendo con Charlotte, por evitarnos sólo el dolor de sus pérdidas. Siempre he pensado de todo ello así: si a tu niño de 3 años se le diagnosticara un cáncer incurable y le quedaran sólo 4 meses de vida; ¿preferirías que el doctor lo matase inmediatamente para no tener que esperar a su inminente muerte? O ¿preferirías tener la mayor cantidad de tiempo para estar con ella o con él por todo el tiempo que le quedará de vida?
Alguien nos preguntó después que Benedicto murió: “¿Valió la pena?” ¡Por supuesto! Por la oportunidad de cargarlo, de verlo y quererlo antes de dejarlo ir. Por la oportunidad de que nuestros hijos vieran que nunca les dejaremos de amar, más allá de sus imperfecciones. Por la oportunidad de darle todo lo que sentimos mientras pudimos. ¡Por supuesto! Amen a sus hijos y recuerden que tienen sus propias y especiales misiones. Los niños son siempre una bendición de Dios -- aunque no se queden mucho tiempo….
Teresa escribió este artículo cuando estaba embarazada de Charlotte Mary, quien sería el segundo niño de los Streckfuss que padecía de anencefalia. Charlotte nació en la Sección de Cesárea del hospital el 21 de junio del 2004. Ella vivió 5 días y murió el mismo día que su hermano Benedicto, quien también sufría de anencefalia. Por favor visitewww.benotagraid.net para obtener mucha información y otros artículos de familias que han enfrentado embarazos con diagnósticos muy problemáticos.
Para obtener más información y ayuda (en inglés) contacte a: Christian Homes and Special Kids, Nathan/Chask, P.O. Box 310 Moyie Springs, ID 83845 Tel: (208) 267 6246, www.chask.org.
http://www.vidahumana.org/news/prensa_index.html.

La Muerte del Cristiano

“Si sólo para esta vida tenemos esperanza, somos los más desgraciados de los hombres”. San Pablo nos advierte del error que supone medir todo de tejas para abajo. Aún las obras más loables humanamente no han de ser fines en sí mismas sino anticipos del Reino de Dios. No quiere decir esto que nuestro esfuerzo en trabajar por un mundo mejor sea absurdo, más bien que ni éxitos ni fracasos deberían condicionar nuestra entrega cristiana pues el fin es la Gloria de Dios y el premio, la Vida Eterna.

“Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. No sólo San Agustín, sino todos los santos anhelan la plena unión con Dios que únicamente se da después de la muerte. “Que muero porque no muero” (Santa Teresa); “No muero; entro en la Vida” (Santa Teresita de Lisieux)... Vista desde la fe, la muerte no es la suma desgracia que nos venden los medios de comunicación, sino un paso necesario a otra vida justa. La única desgracia es el pecado y la falta de arrepentimiento, que provoca que la balanza de la justicia se incline desfavorablemente. Pero si, advertidos sobre esto, nos esforzamos de verdad en Amar cada día y pedimos un arrepentimiento sincero “con temor y temblor” que nos introduzca de lleno en la Misericordia de Dios, la vida tras la muerte, lejos de amedrentar, nos inflama en esperanza y en fuerzas para sobrellevar las contrariedades de la vida terrena. Pensar en el abrazo divino que “ni ojo vio ni oído oyó” porque nadie sabe “lo que Dios ha preparado para los que Le aman” es lo que nos hace pronunciar cada día el “venga a nosotros tu Reino” en el Padrenuestro. Y como frágiles criaturas le pedimos a nuestra Madre muchas veces al día que ruegue por nosotros “...en la hora de nuestra muerte”.



Mª Luisa Pérez

Curar enfermos, pero sin eliminar a nadie

Con el título de “Curar enfermos, pero sin eliminar a nadie”, la Secretaría de la Conferencia Episcopal Española hizo pública el viernes 17 de octubre, una Nota aclaratoria sobre los aspectos morales implicados en el nacimiento del llamado primer "bebé medicamento". La frase final del comunicado episcopal delimitaba claramente las cosas: “Con estas aclaraciones no se juzga la conciencia ni las intenciones de nadie. Se trata de recordar los principios éticos objetivos que tutelan la dignidad de todo ser humano”. Sin embargo, como suele suceder en estos casos, las descalificaciones gratuitas contra la Iglesia no se hicieron esperar. Hemos escuchado acusaciones tan faltas de fundamento como injustas, llegando en el colmo del atrevimiento, a afirmarse que “la Iglesia no tiene humanidad ni caridad” (sic).
Sin embargo, significativamente, se ha silenciado el hecho de que el presidente de la Comisión Deontológica del Consejo General del Colegio de Médicos, Rogelio Altisent, lejos de festejar el éxito del primer “bebé medicamento” producido en España, haya afirmado lo siguiente: "Dejar por el camino los embriones que no han sido utilizados no es un tema neutro para la ética médica".

El fin no justifica los medios

El principal argumento moral por el que la Iglesia rechaza estas prácticas es el reconocimiento de la dignidad inviolable de la vida humana, independientemente de la fase en la que se encuentre. Un embrión humano no puede ser utilizado para un fin que no sea su propio bien. Así se afirma en la citada Nota: “Se ha puesto el énfasis en la feliz noticia del nacimiento de un niño y en la posibilidad de la curación de la enfermedad de su hermano. Expresada así, la noticia supone un motivo de alegría para todos. Sin embargo, se ha silenciado el hecho dramático de la eliminación de los embriones enfermos y eventualmente de aquellos que, estando sanos, no eran compatibles genéticamente”.
Una vez ignorado o rechazado el principio moral que sostiene que el fin no justifica los medios, la suerte del ser humano es ya incierta… Todo depende de que formemos parte del colectivo de los seres humanos “destinatarios” o “beneficiarios”, o de que nos toque engrosar el número de los “utilizados” o “sacrificados”.

La vida humana se “desarrolla”, no se “construye”

Está claro que en este debate, una de las cuestiones fundamentales es la del inicio de la vida humana. De hecho, algunas de las críticas dirigidas contra la Iglesia se han formulado acusándola de equiparar el valor de los embriones al de la vida de un niño. Pues bien, ¿cuándo comienza la vida humana: en la concepción, en el parto, al cuarto mes del embarazo…?
Sabemos de sobra que esta pregunta ha sido respondida de forma contundente por la Embriología, que es una rama científica de la Biología: la vida humana comienza en el preciso instante de la concepción. Sin embargo, puede ocurrir que determinadas formas erróneas de “imaginarnos” la realidad, nos impidan extraer las consecuencias lógicas de esta afirmación. Algo así parece ocurrir con el candidato republicano a la presidencia norteamericana, John McCain, quien afirma que la vida comienza en la concepción, pero, sin embargo, acepta la experimentación con embriones humanos (¿?). Una pista para entender estas contradicciones podría ser la siguiente: ¿Cómo nos imaginamos el proceso de gestación de la vida, como una construcción o como un desarrollo?
En un artículo publicado por Joseph Koterski S.J. (“Construction, Development, and Revelpment”, Life and Learning XV, 2006), el autor desarrolla una interesante descripción del pensamiento contemporáneo, para explicar nuestras resistencias a aceptar algo tan obvio como es el respeto a la vida humana, independientemente de la fase en la que se encuentre.
Tal vez nos imaginamos que en el proceso de la gestación en el seno materno, la vida humana está en construcción, como ocurre en la fabricación en cadena de un vehículo. ¿En qué momento podemos considerar que el coche comienza a serlo? ¿En el momento en que le colocan el motor? ¿Cuando adquiere ya un determinado aspecto exterior? ¿En el momento en que sea capaz de ponerse en funcionamiento? Lo que es indudable, es que nadie llamaría “coche” al resultado de la primera fase de la cadena, cuando simplemente se hayan unido los primeros hierros y tuercas.
Sin embargo, la vida humana no se “construye” a partir de la concepción, sino que simplemente se “desarrolla”. No existe un constructor exterior que añada piezas a ese embrión. El principio vital del ser humano está ahí desde el comienzo, en su código genético, y no necesita sino tiempo y condiciones adecuadas para desarrollarse. El ser humano no será “construido”, sino que “ya es”. ¡Sólo hay que “dejarle ser”!

La lógica del deseo

Nuestra cultura postmoderna arrastra un déficit muy notorio de racionalidad. Es frecuente que nuestras acciones se realicen a impulsos de la emotividad, sin que los principios morales objetivos tengan influjo determinante en nuestras decisiones. La lógica implacable del deseo se aplica tanto al aborto –para rechazar la vida no deseada-, como a la producción artificial de embriones en el laboratorio.
En el caso del “bebé medicamento”, la lógica del deseo tiene un matiz especial de tipo utilitarista. Así lo denuncia la Nota de la CEE: “Por su parte, el hermano que finalmente ha nacido ha sido escogido por ser el más útil para una posible curación. Se ha conculcado de esta manera su derecho a ser amado como un fin en sí mismo y a no ser tratado como medio instrumental de utilidad técnica”.
Una vez más, “la Iglesia desea prestar su voz a aquellos que no la tienen y a los que han sido privados del derecho fundamental a la vida”. La alternativa científica al “bebé medicamento”, acorde con la ética, es la potenciación en España de los actuales bancos de sangre de cordón umbilical, de forma que tenga la suficientemente oferta como para posibilitar la consecución de donantes compatibles. Y es que… “ciencia” y “conciencia”, se necesitan mutuamente.

Aborto y Eutanasia

Sin origen ni meta…

Nada hacía suponer antes del verano que el Gobierno de España fuese a introducir en la presente legislatura las dos iniciativas que, finalmente, se han anunciado en septiembre: la ley de plazos para abortar y la ley de la eutanasia (en palabras del ministro de Sanidad, “suicidio asistido”). El programa electoral del PSOE en las últimas elecciones generales, no incluía tales propuestas e, incluso, destacados dirigentes las habían excluido explícitamente.
La reflexión más extendida sobre este hecho, es que estamos ante una maniobra de distracción de la crisis económica. La oposición acusa al Gobierno de lanzar una cortina de humo para eludir el debate de la economía, y su argumentación principal se centra en que “no hay demanda social” para introducir estas leyes. Inevitablemente, lo que cabe deducir de este planteamiento, es que la cuestión determinante para los ciudadanos es la economía, mientras que el aborto, la eutanasia, el derecho a la educación… son asuntos menores. Parece claro que los partidos políticos proceden, hoy en día, con la convicción de que la única cuestión ante la cual la opinión pública es verdaderamente sensible y que, en consecuencia, es capaz de poner en peligro la continuidad en el poder, o de posibilitar el acceso a él, es la salud de la economía. ¿Será verdad esto? ¿Hasta tal punto hemos anestesiado nuestra conciencia moral?
Recientemente, un periódico de tirada nacional (La Gaceta de los Negocios), publicaba una viñeta del humorista Ramón, en la que un señor leía atentamente los titulares de prensa que tenía entre sus manos: “ABORTO”, “EUTANASIA”, “SUICIDIO ASISTIDO”, “REAPERTURA DE FOSAS”…; mientras que reflexionaba para sí: “¿Y si en vez de cortinas de humo, son el humo de un incendio pavoroso?”. Con permiso del autor de este chiste gráfico, me sirvo de su aguda consideración para reflexionar en el presente artículo sobre la gravedad moral que se encierra en las iniciativas legislativas en curso, así como en el modo en que han sido introducidas.
Me parece particularmente significativo que la vida humana sea desprotegida legalmente, de forma simultánea, tanto en su inicio como en su fin. ¿Podemos dar por válido el presupuesto de que la dignidad de la vida depende de la fase en la que se encuentre? ¿Acaso nuestro actual “yo” es un sujeto distinto al del feto que fuimos o al del anciano que seremos?

El hombre desnortado, sin origen ni meta

Sólo cuando el hombre es consciente de su vocación al amor y de que, el amor está en el “comienzo” y en el “final” de sus días, será capaz de percibir la existencia humana como una unidad de vida. En efecto, si la vida es el mero devenir de una evolución ciega, si no está integrada en un proyecto del Dios creador y providente, si no sabemos de dónde venimos ni adónde vamos; entonces existe el riesgo de valorarla exclusivamente en sus etapas de plenitud, despreciándola en sus otras fases.
La crisis de sentido que padecemos, se traduce en la obsesión por querer prolongar la edad de juventud, como si fuese eterna, olvidando las preguntas definitivas de nuestra vida: “de dónde vengo” y “adónde voy”…

Animalización del hombre

Cuando se niega la espiritualidad del ser humano, inevitablemente, aumentan en él las similitudes con los hábitos del reino animal. Y así resulta que, de la misma manera que la manada abandona a su suerte a las reses envejecidas, o que determinadas hembras sacrifican a sus crías cuando se ven acosadas; así también en el género humano desprotegemos la vida humana, precisamente cuando es más débil y cuando está necesitada de amparo: en sus inicios y en su tramo final. Es la lógica de la ley de la selva, perfectamente comprensible en el reino animal, donde la debilidad no es sino una ocasión selectiva para la mejora de las especies.

Cosmovisión egocéntrica

La aceptación del aborto y de la eutanasia eleva a la máxima potencia la manipulación del hombre por el hombre, llegando a hacer ley de nuestra tendencia egoísta por la que “usamos” del sujeto, cual si fuese un objeto.
El valor supremo de esta cultura utilitarista es nuestro deseo, hasta tal punto, que somos incapaces de imaginar una felicidad basada en la aceptación de la realidad. Y en esta dinámica, los niños y los enfermos llegan a ser percibidos como un estorbo que colisiona con nuestros planes.
Uno de los grandes dramas que padecemos, es la sustitución del valor moral de la dignidad humana, por la simple “calidad de vida”. Ojalá, en medio de la situación presente, sepamos abrir un profundo debate en la sociedad española, en el cual afirmemos con profundidad, coherencia y valentía, el sentido trascendente de la vida humana.

Cuantos disfraces tiene Satanás "Santiago Carrillo"

"la Iglesia tuvo un papel muy destacado. Y hoy, cuando ni la monarquía, ni el Ejército son los de entonces, la Iglesia sigue aferrada a su intolerancia y a su vocación de controlar el Estado, azuzando a la derecha para que recupere un poder que considera de su propiedad".

"que la derecha libra un combate en retirada contra la modernidad. En ese combate cuenta con el apoyo de la institución más antimoderna, la Iglesia católica".

"Tuve la sensación de que aquellos obispos, los Rouco, los Cañizares..., eran iguales que aquellos que dirigieran la Iglesia durante la dictadura. Tenían la misma agresividad".

Con estas perlas nos ha endulzado el protohombre del partido comunista de España, es decir, Santiago Carrillo, los oídos esta semana, el que fuera jefe ordenante del partido comunista en los años en que se mataban religiosos gratis a diestro y siniestro.

Ahora ha sacado un libro del cual no haré mayor propaganda que ésta, pero si ha dicho todo esto en siete líneas, que no dirá en todo un libro, nos podemos hacer una idea.

¿Y qué podemos sacar de estas líneas tan dulces?

Pues yo diría en primer lugar que “El ladrón se piensa que todos son de su misma condición”, es decir, todos sabemos, y lo estamos viviendo en estos días también, que la izquierda española no respeta la independencia de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, y se piensa que los demás son iguales que ellos. Y todavía no entiendo esa costumbre de asociar a la derecha con la Iglesia y viceversa, si existen dos tendencias y una mata a los religiosos, solamente por supervivencia qué quieren que hagan. Y otra cosa, la Iglesia Católica, en concreto la CEE, ha publicado una carta pastoral en cada periodo de elecciones, y explica muy bien los valores y principios que deben prevalecer en cada católico a la hora de votar, no habla de ningún partido político, si el problema es que la izquierda siempre ha ido en contra de esa ideología, en contra de la vida, en contra de la libertad del hombre, de su naturaleza y de su fe. En estos tiempos ha aumentado su campo de manipulación a otros aspectos, ahora quiere intervenir la historia y la libertad de pensamiento, con ambas leyes “memoria histórica”, y “Educación para la ciudadanía”, Santi ¿quién quiere controlar a quien y el qué?

Y es que todavía no se ha enterado que la Iglesia, la verdad, el evangelio y el evangelio no cambian, la verdad será siempre la verdad y aunque se intente manipular desde las leyes o desde las mentiras, la verdad seguirá estando ahí, y la Iglesia Católica tiene la obligación de decirla y defenderla, y claro eso hace pupa a quienes disfrazan todo a conveniencia. Además es buena señal que los Cardenales y Obispos de ahora recuerden a los de los años 30, seguro que también a los de los siglos pasados, es decir, yo me remontaría a los tiempos de Cristo, eso me da la certeza de que siguen el evangelio más puro de Cristo.

Santiago Carrillo habla de Modernidad, daremos unos ejemplos de modernidad de la izquierda española, la que estaba siendo sustentada por esa nación garante de la libertad como era la URSS, (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), la modernidad de la que tanto le gusta presumir a la izquierda más radical, es la modernidad del hombre a medias en su constitución, es decir, del hombre sin Dios, sin el Dios verdadero, del hombre que no conozca a otro Dios que él mismo. La modernidad del hombre a medias en su vida, es decir, tanto el que todavía no ha nacido, como el que se siente vacío e inútil, (aborto y eutanasia), sobran, esa es la modernidad de la izquierda del protohombre que defiende tanto al hombre que le sobran la mitad de ellos.

Pero es que claro la verdad es muy testaruda y gracias a Dios, la Iglesia es portadora y defensora de ésta, y, ni aunque vengan mil Carrillos, y 3000 Napoleones, y 1000.000 de Zapateros, convencerán a la Iglesia de que Dios es el hombre, o que la vida de una persona vale dependiendo de su utilidad, la verdad está por encima de ti Santiago, de ti y de todos los hombres, luego están los que la quieran reconocer y los que la quieran cambiar, y tú estás dentro de los últimos, pobrecito.

Soy Juan Antonio López Picazo, presidente de la Milicia Defensores del Catolicismo, defensor de 8000 almas religiosas ultrajadas, quemadas, asesinadas, violadas por los suyos, como tiene tan poca vergüenza de seguir en la vida pública, claro que Santi, tú no tienes ningún JUEZ que investigue tus atrocidades, por lo menos aquí, en esta vida, pero como dicen en mi tierra “A cada gorrino le llega su San Martín”, y nadie se escapa al juicio de Dios.


Juan Antonio López Picazo
Presidente MDC